Bray nos recibe con un sol radiante!

¡Hola, papis y mamis!

¡Menuda llegada a Bray hemos tenido! ¡Nadie diría que estamos en Irlanda! Ya al bajar del avión, nos esperaba un cielo totalmente azul, sin una nube a la vista, mas propio del sur de España que de Irlanda. Días soleados y un calorazo que ha permitido a los chavales pasearse por Bray vestidos como si estuvieran en la playa.

Ante todo, quiero daros las GRACIAS por educar tan bien a este grupo de pedacicos de pan que me he traído. Son todos adorables, generosos y protectores, lo que ha permitido al grupo unirse en una pequeña familia, prácticamente desde el primer día. Compartir esta experiencia con ellos esta resultando un auténtico privilegio.

¡Me ha sorprendido muy gratamente la capacidad de adaptación y orientación que tienen todos! Ya desde el primer día se movían por el pueblo como pez en el agua y ninguno de ellos ha tenido ni un solo problema para ir o venir de sus casas.

Todos ellos parecen encantados con las familias que les ha tocado y hasta ellos están sorprendidos de lo mucho que les gustan las clases. Algunos creían que eso del 4 to 1 sería un rollo macabeo, ¡pero no! Han descubierto que lo pasan el doble de bien que en las clases normales. Entre otras cosas, porque están hablando inglés tooooooda la clase. Durante la primera hora y media, suelen hacer ejercicios más orientados a la obtención de vocabulario y mejora de la gramática. Y, en la segunda hora y media, ¡juegos interactivos! Éstos les permiten sacar su lado más competitivo y ganar soltura a la hora de hablar. Me chivan algunos que en esta parte de la clase se ríen una barbaridad.

Por las tardes, cada grupito se va con su profesor a hacer actividades y parece que las están disfrutando mucho. Entre ellas, ha habido bowling, un paseo por una zona natural del pueblo, una visita a unos magníficos jardines botánicos e incluso una visita a Dublín.

Pero, sin duda, el momento estrella que consolidó a nuestro grupo como la unida familia que es, fue la disco del miércoles. Bailaron, saltaron, cantaron a voz en grito… disfrutaron como auténticos enanos. ¡Las chicas lograron incluso que nuestros tres chicos salieran a bailar! Como media hora antes de que acabara la disco, consideraban que ya habían tenido suficiente, así que, acalorados, sudorosos y exhaustos de tanto baile, me preguntaron si podíamos ir a tomar un helado. ¿Y cómo voy a decirles que no a estos angelicos de los cuales no hago mas que recibir felicitaciones por parte de todo el staff de la escuela?

Nos encaminamos a un puestecito de la playa a comprar un helado y nos lo tomamos a la orilla del mar, ante un espectacular atardecer. Mientras los miraba, no podía dejar de sonreír. Los tres chicos jugueteaban entre ellos, se chinchaban, reían… ya podían considerarse amigos de verdad. Las chicas se hacían un book de fotos completo ante el mar, se abrazaban, se besaban, algunas incluso se remojaron los pies en el agua… Y en ese momento tuve el total convencimiento de que lo mejor de su estancia estaba por venir. A partir de ese día, todo serian risas y momentos inolvidables.

Alexandra M. Top